Yo nací y fui criado en un país
occidental de raíz judeo-cristiana; por tanto, voy a hablar de lo
que he experimentado, que es esta formación cultural. Desconozco
cómo se ve la culpa y la humildad en otras culturas.
¿Cuál es la concepción cristiana de
la culpa?
Según esta religión, basada en el
judaísmo, los seres humanos hemos sido creados por Dios, y vivimos
en esta tierra para purgar las culpas de Adán y Eva. A partir del
pecado original [1],
nuestro deber en la vida es seguir las reglas dictadas por Dios. En
caso de desviarnos de estas reglas, de cometer un pecado, tenemos la
posibilidad de arrepentirnos y pedir perdón a Dios, el cual, gracias
a su misericordia, nos perdonará y absolverá. De acuerdo con esto,
tenemos tiempo hasta el último instante de nuestra vida para
arrepentirnos de nuestros pecados y, mediante el perdón de Dios, ser
expiados de nuestras culpas. De esto se concluye que no importa tanto
lo que hagamos como el hecho de que seamos capaces de arrepentirnos
antes de morir, sentimiento de culpa mediante. Si no existiera este
sentimiento, tampoco existiría el arrepentimiento y, por tanto,
tampoco tendríamos el perdón de Dios, con lo cual no podríamos
acceder al Paraíso. Por otro lado, dado que al nacer ya somos
culpables por el pecado original, nadie escapa a la obligación de
arrepentirse de sus culpas.
¿Y qué es la humildad para el
cristianismo?
Todos somos hijos de Dios y estamos
sometidos a su voluntad. Nada ocurre si Él no lo quiere. Nuestra
capacidad es muy limitada, dado que en cualquier momento Dios podría
decidir limitarla según su sabio entender. La humildad es reconocer
este hecho, aceptarlo y someternos a Su voluntad.
¿Cómo se relacionan el sentimiento de
culpa y la humildad en el cristianismo?
Dado que somos criaturas de Dios y que
estamos expiando el pecado original, debemos someternos humildemente
y pedir perdón por nuestros pecados. Según el cristianismo,
humildad, culpa, arrepentimiento y perdón van indisolublemente
unidos. Quien es humilde, reconoce sus culpas y solicita el perdón
divino; quien no es humilde, no se somete a la voluntad de Dios y por
tanto no se arrepiente de sus pecados, no se siente culpable de
haberlos cometido.
Esta es la tradición cultural en la
cual he sido educado, no sólo por mi ambiente más inmediato sino
sobre todo por el paisaje cultural en el cual he crecido. Tal vez
podría no haber nacido en una familia cristiana, pero de todos modos
esta visión del mundo me hubiera influido. Desde luego, incluso
aquellos que no creen en el cristianismo, pero se han formado en una
sociedad cristiana, están condicionados por esta mirada.
Ahora veamos qué entendemos y sentimos
habitualmente respecto de la culpa y la humildad, más allá de lo
que diga el cristianismo.
¿Cuándo experimentamos
sentimiento de culpa?
Lo experimentamos cuando hacemos algo
que consideramos no deberíamos haber hecho. Para esto es necesario
que creamos que podríamos haber hecho otra cosa.
¿Qué entendemos por humildad?
Entendemos que una persona humilde es
aquella que reconoce sus propias limitaciones, alguien que no se
considera omnipotente sino que conoce sus “defectos” [2].
Si reflexiono acerca de lo que
experimento como sentimiento de culpa y lo que entiendo que es la
humildad, llego a la conclusión de que en realidad la humildad y la
culpa no están unidos; es más, considero que son opuestos.
Veamos por qué.
Nos sentimos culpables porque pensamos
que hemos hecho algo que no deberíamos, pero si soy humilde y
reconozco mis limitaciones, debo forzosamente reconocer que puedo
equivocarme, que puedo cometer “pecados”, ya que no soy perfecto.
Cuanto más humilde soy, más me doy cuenta que puedo fallar en
algunos aspectos, que no siempre podré comportarme según creo que
debería hacerlo.
Si observamos con detenimiento, veremos
que no siempre que nos equivocamos nos sentimos culpables. En algunos
campos, donde no nos consideramos expertos, solemos equivocarnos y
aceptarlo con naturalidad, sin culpa, porque sabemos que no somos
perfectos, no nos colocamos en un pedestal en ese ámbito. En cambio,
en otros campos, cuando cometemos un error sí nos sentimos
culpables, porque consideramos que en ese ámbito no deberíamos
equivocarnos nunca; aquí sí nos subimos al pedestal, aquí no somos
humildes.
Poniendo dos ejemplos sencillos: si me
considero un gran conductor, cuando cometo un error y provoco un
accidente, me siento mal, me digo cosas como “¡cómo pude cometer
este error, yo, que soy tan buen conductor!”. En cambio, si me
considero un conductor regular o malo, si soy humilde, el día que
cometo un error de conducción no me sorprendo, lo acepto con
normalidad, porque se corresponde con la imagen que tengo de mí
mismo.
Llevado a un terreno más personal,
donde aflora con más frecuencia el sentimiento de culpa, si me
considero una persona muy bondadosa, cuando no me comporte según esa
creencia de mí, tal vez me sienta culpable. Si fuera humilde, sabría
que no siempre soy tan bondadoso, y aceptaría las conductas poco
bondadosas como algo lógico.
Por tanto, yo veo el sentimiento de
culpa como un indicador de falta de humildad. Cuando me siento
culpable, sé que no estoy siendo humilde, que me estoy
sobrevalorando en algún aspecto.
Por supuesto que yo reniego del
sentimiento de culpa, porque considero que no aporta nada positivo al
desarrollo humano ni a la felicidad; no obstante, reconozco que a
veces me aflora, y en esos casos intento observarlo y estudiarlo,
para ver qué puedo aprender de esa circunstancia (sería un
contrasentido que me sintiera culpable... ¡por sentirme culpable!).
Por otro lado, la culpa nace de una
mirada externa, de un “deber ser” que me impongo (o que acepto
que otros me impongan). Si partimos de nuestra propia experiencia
vital, la culpa no tiene cabida, porque no existe ese “deber ser”.
Y si incorporo unos determinados valores por propia convicción, no
me sentiré culpable el día que no me comporte según ellos, porque
han nacido de mí; en todo caso, aprovecharé la oportunidad para
revisarlos, ya que si verdaderamente son valores que siento en mi
interior, siempre me comportaré según estos.
En cuanto a la humildad, considero que
ella no es ni más ni menos que lo que hemos dicho más arriba: la
capacidad de conocer los propios límites. No por ser humilde me
sentiré menos que una hormiga; es más, podré reconocer mi
potencialidad infinita (y reconociéndola en mí la reconozco en
otros) sin dejar de conocer mis límites, los cuales “aspiro” a
superar. Sócrates decía que cuanto más se aprende más se descubre
lo que falta por saber; este es un buen ejemplo de humildad, y de
hecho podemos comprobarlo fácilmente, ya que en aquellos ámbitos
donde más investigamos y aprendemos, más vamos conociendo la
amplitud de dicho ámbito, y más vamos descubriendo todo lo que nos
falta por aprender.
Notas
1. El
Nuevo Testamento fue escrito el griego; al parecer, en ese idioma la
palabra que se utiliza por “pecado” podría ser perfectamente
traducida como “error”, lo cual tiene una carga psicológica muy
distinta. No obstante, la iglesia ha elegido extender el concepto de
pecado antes que el de error.
2. Esta
palabra es muy desagradable porque implica una valoración; por
tanto, no es estrictamente una descripción sino que es una
“interpretación”; sin embargo, la utilizo porque es de uso
común.
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