Es necesario comenzar con algunas aclaraciones. ¿Qué es esto
del "Nuevo Humanismo", también llamado "Humanismo Universalista"? Es una
corriente de pensamiento y acción nacida a finales de los años 1960 en
Sudamérica, que se ha extendido por todos los continentes. Esta corriente
postula una forma de ver el mundo y una forma de actuar en él, continuadora y
actualizadora de la visión humanista que ha existido a lo largo de la historia
en todas las culturas.
El humanismo se define como tal al poner al ser humano como
valor central. Es desde aquí desde donde parte la Psicología del Nuevo
Humanismo (PNH). Para la PNH, el motor a lo largo de la historia del ser humano
ha sido y sigue siendo la superación del dolor y el sufrimiento. Entiende como
dolor toda injuria física, cuya superación depende fundamentalmente de los
avances sociales y científicos. Asimismo, entiende como sufrimiento toda
injuria mental o psicológica, cuya superación depende de la coherencia entre el
actuar, el sentir y el pensar, y del estado en que se encuentre la persona
respecto del Sentido de la Vida.[1]
A su vez, afirma la interrelación estructural entre lo personal y lo social (lo
interno y lo externo), con el condicionamiento mutuo entre dolor físico y
sufrimiento mental
Se parte, así, de un postulado universal: la vida tiene
sentido y dirección. Y en ello radica la clave de la existencia y sus
problemas. Esclarecer el sentido y la dirección de nuestros actos, para
comprender los de la vida misma, es el eje de esta psicología, emplazada en el
drama cotidiano de la existencia humana. La PNH no es una visión al servicio de
una terapia, ni es un conocimiento abstracto. Por el contrario, la comprensión
de la conciencia como intencionalidad abierta
al mundo reubica la óptica tradicional de hacerse problema de los fenómenos
emotivos, para ocuparse de la finalidad de la existencia, del sentido de la
vida. Porque la intencionalidad humana no es un fenómeno teórico, sino que
encarna, existe concretamente en cada situación. Lo humano es en situación, y
esa situación es temporal, está emplazada en el tiempo. Hay, por tanto,
elementalmente, una dirección a futuro.
La PNH no es una psicología en el sentido clásico; no se
trata del estudio de la conducta humana ni de los fenómenos psíquicos. Tampoco
de un estudio por el mero afán de conocimiento, como postulaba el viejo
cientificismo racionalista. Ni se trata de una mera teoría. Tampoco se trata de
una psicología "comprometida" con algún sesgo ideológico y, sin embargo, está
comprometida con lo más concreto de la existencia humana: su experiencia.
La PNH abarca todos los aspectos que clásicamente han
abarcado las distintas psicologías que se fueron proponiendo como
totalizadoras, cuando lo que hacían era abordar lo humano desde un punto de
vista parcial, que de todos modos siempre resultaba enriquecedor para el
conjunto de su conocimiento.
Entre estas psicologías, podemos citar la psicología
fisiológica; el psicoanálisis; el conductismo; las orientaciones cognitiva y
sistémica; los abordajes humanistas como la psicoterapia gestáltica, la
psicoterapia de diálogo, la psicoterapia fenomenológica, la logoterapia; y la
psicología social.
La PNH está contenida y desarrollada en forma filosófica,
teórica y práctica en un conjunto de obras[2]
que la ponen al alcance de cualquier persona que se interese por ello. Se
sostiene en un punto de vista a la vez existencial, fenomenológico,
estructural, historiológico, energético y bio-psico-social. La PNH se
fundamenta en una antropología, es decir en una interpretación explícita del
ser humano, que podría sintetizarse en la siguiente definición: el ser
humano es el ser histórico cuyo modo de
acción social transforma a su propia naturaleza[3],
o sea que, en la búsqueda de su sentido, en la evitación del dolor y el
sufrimiento, y en la aproximación a lo que cree que le dará su felicidad, no
sólo transforma el mundo, sino que al hacerlo se transforma a sí mismo. Todo
ello respecto de las necesidades de la vida, en situaciones concretas, y en un
contexto de adaptación creciente o decreciente, energéticamente integradora o
desintegradora, en el que no puede dejar de elegir ni de jugarse su destino en
el aquí y el ahora y –probablemente- también en el más allá. El contenido y la
fuerza de su creencia respecto al significado de la muerte, influye
decisivamente sobre su actitud vital, su carácter y su capacidad de adaptación
creciente.
Para la PNH, la esencia de la conciencia es actividad
dirigida al mundo externo e interno para transformarlo de acuerdo con la
intención de superar el dolor y el sufrimiento. El fracaso repetido de esta
intencionalidad puede generar que la propia conciencia intente, en una especie
de suicidio psíquico, renunciar a su esencia, para pretender volverse lo que no
puede ser de ninguna manera: objeto, cosa, ente sin intención propia, en lugar
de intención transformadora. La PNH se orienta a restituir esta esencial
voluntad de cambio, sin la cual no es posible la esencialidad humana, fuente de
toda dignidad y valoración.
Cuando hablamos de adaptación decreciente, nos estamos
refiriendo a una actitud en la cual el individuo se limita a intentar adaptarse
a los requerimientos del medio, a obnubilar su intención para adecuarla a lo
que "se supone" hay que hacer. En cambio, la adaptación creciente es aquella en
la cual se reconocen los condicionantes del medio pero, por medio de la
intención, se los intenta modificar para adaptarlos a la evolución creciente de
la vida; en última instancia, a la superación del dolor y el sufrimiento. Es
este tipo de adaptación evolutiva el que ha permitido el avance de la ciencia,
que no se ha resignado a los designios de la naturaleza sino que la ha
modificado (así como al propio cuerpo humano) para superar las enfermedades, y
es este tipo de adaptación el que nos hace rebelar frente al absurdo de la
muerte y el sin-sentido. Por último, también podemos mencionar a la
desadaptación, en la cual se intenta negar las condiciones del medio,
bloqueándose así también la posibilidad de su transformación.
Estas distintas formas de adaptación tienen su correlato en
una mirada sobre el funcionamiento de la conciencia. Para la PNH, la conciencia
se define como un sistema de coordinación y registro general que implica una
actividad estructurante de respuestas compensatorias a los estímulos
provenientes del mundo interno y externo. "Hay ciertas concepciones en las que
a la conciencia se la ve como pasiva, siendo que la conciencia trabaja
estructurando activamente, coordinando las necesidades y tendencias del
psiquismo con los aportes sensoriales y de memoria, mientras que orienta las
variaciones constantes de la relación del cuerpo y el psiquismo; es decir, de
la estructura psicofísica con el mundo".[4]
Así, la PNH postula –a través de la Psicología Evolutiva- que el fenómeno de la conciencia humana es un
nivel alcanzado a lo largo de un largo proceso de complejificación creciente y
autoorganización del fenómeno de lo viviente, pero no es un tope evolutivo sino
una nueva cota, una plataforma desde la cual se abre paso a nuevos desarrollos
de la experiencia humana que hoy apenas comenzamos a entrever.
Hoy, el ser humano se encuentra en una situación única,
gracias al desarrollo tecnológico que ha permitido que podamos hablar de una
civilización planetaria, en la cual todo hecho que ocurre en alguna parte del
planeta afecta al conjunto. No nos referimos al proceso de globalización, cuya intención última es el acaparamiento, por parte
de unos pocos, de las riquezas comunes, sino a un proceso de mundialización, en el cual las culturas
y los individuos se van interrelacionando cada vez más, yendo en la dirección
de una Nación Humana Universal.
La historia del psiquismo es el proceso de evolución
colectivo a través de los distintos niveles de conciencia que hoy podemos verificar
en la experiencia individual, a los que habrán de seguir nuevos niveles que no
son ajenos a la experiencia humana aunque lo hayan sido a la experiencia
social.
Entre estos niveles de conciencia podemos distinguir tres,
que son los más habituales:
Un primer nivel de sueño, que es aquel que prima en la
conciencia cuando estamos durmiendo; un segundo nivel de semisueño, que se hace
presente con más fuerza en los momentos de entrada o salida del sueño, y un
tercer nivel de vigilia, predominante cuando realizamos nuestras actividades
cotidianas. No obstante esta división, estos niveles actúan simultáneamente en
todo momento; así es como podemos encontrar, durante la vigilia, imágenes o
ensueños que nos invaden y que son propios de niveles inferiores de conciencia.
Por ello, podemos hablar de una vigilia pasiva –desatenta- o activa –atenta-.
Cuanto mayor es la atención en la vigilia, menor es la influencia de los
ensueños provenientes de los otros niveles.
Para algunas corrientes psicológicas clásicas, existe un
inconsciente, que sería el responsable de los ensueños antes mencionados. Para
la PNH, es preferible hablar de niveles de conciencia, ya que si algo es
inconsciente, no podríamos hablar de ello justamente por estar fuera de la
conciencia, y si lo detectamos, entonces es evidente que acabamos de hacerlo
consciente, y por tanto tampoco podríamos ubicarlo fuera de la conciencia.
A través de la Psicología
de los Impulsos se comprende la base biológica como sintetizada a través
del funcionamiento neurofisiológico, que reduce la estimulación heterogénea que
recibe el cuerpo en sus órganos sensoriales especializados, convirtiéndola en
impulsos homogéneos aptos para su recepción y conducción por el sistema
nervioso. De ese modo se transmiten los estímulos y las respuestas de
regulación vegetativa, que se traducen en imágenes, las cuales gobiernan el
emplazamiento del cuerpo en el mundo. Los impulsos
son la "interfase" entre la base biológica y el psiquismo humano, así como las imágenes son la interfase entre la
dinámica psíquica y el mundo.
Por medio de la Psicología
Descriptiva se explica el funcionamiento psíquico en su aspecto no
registrable, en un nivel de fenómeno que la conciencia no puede captar, que es
la dinámica de aparatos y su interregulación, de la que resulta la conducta en
su complejidad.
Resumidamente, podemos explicar lo siguiente:
En el centro del psiquismo ubicamos a la conciencia,
actuando como coordinador de todo el funcionamiento de los distintos aparatos.
Observamos ciertos "centros" que regulan la actividad de la
persona. Estos centros son el vegetativo/sexual, el motriz, el emotivo y el
intelectual, que regulan respectivamente el funcionamiento del organismo y del
sexo, el movimiento corporal, la emotividad y la actividad del intelecto. Estos
centros son los responsables de las respuestas que da el individuo frente a los
distintos estímulos que le llegan.
Además, distinguimos dos sistemas de sentidos: los externos,
que son la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto, y los internos, que
son la cenestesia (registros de dolor, temperatura, tensión muscular, etc.) y
la kinestesia (registros de la posición y movimientos del cuerpo).
Estos sentidos reciben estímulos del medio externo e interno
como sensaciones, y llegan a la conciencia como percepciones (es decir, como
sensaciones estructuradas), grabándose simultáneamente en memoria. A su vez,
memoria lleva estímulos a conciencia (recuerdos); gracias a estos datos de
memoria es que podemos reconocer objetos en el mundo y podemos reconocernos a
nosotros mismos. Por último, conciencia suministra imágenes que actúan sobre
los centros, dando éstos respuestas externas (motrices) y/o internas
(vegetativas).
Cada respuesta que da un centro es detectada por sentidos
internos y conciencia. Gracias a ello tiene noción de las operaciones que se
efectúan (realimentación de la respuesta), quedando, además, grabadas en
memoria. Esto último es la base del aprendizaje que se perfecciona a medida que
se repiten operaciones.[5]
Si por alguna circunstancia se bloquean impulsos que
deberían llegar de los sentidos, o de la respuesta de los centros, o de
memoria, en conciencia se producen perturbaciones. También ocurren éstas, si
los impulsos que llegan a conciencia son excesivos.
Todos los impulsos que recorren el circuito pueden trabajar
a intensidad variable: a veces normal (entre umbrales); a veces con energía muy
débil (bajo umbral); a veces excesiva (sobre el umbral de tolerancia); y a
veces nula (bloqueo). Cuando los impulsos provenientes de conciencia llegan a
un centro y en éste se bloquea la respuesta sobrecargándose de energía, las
cargas se desplazan a otros centros, produciéndose respuestas equivocadas (por
ejemplo, respuestas motrices que quedan inhibidas, sobrecargan al centro
vegetativo que da respuestas internas inadecuadas, creando disfunciones
orgánicas o somatizaciones. Otro tanto puede ocurrir si se bloquean
determinadas respuestas emotivas que terminarán expresándose motriz o
vegetativamente).
Mediante la Psicología
de la Imagen se configura una descripción precisa del fenómeno de la imagen
o representación y su emplazamiento espacial, apenas esbozado anteriormente por
la psicología experimental. Es la consolidación de este nuevo punto de vista,
lo que permite comprender lo humano en su intimidad y en toda su complejidad.
Particularmente, permite acceder a niveles de fenómeno interno hasta ahora
accesibles sólo a los buscadores existenciales que se aventuraron por las
confusas tinieblas del mundo interno.
Pero este punto de vista no sirve al desarrollo de la
experiencia interna aislada sino en
función de la externa. El desempeño en el mundo depende de la configuración
de las representaciones y su emplazamiento en el espacio mental, y necesita de
un punto de vista que libere al sujeto de la tiranía de la supuesta mecanicidad
interna y lo emplace como actor conciente de sus decisiones.
Debemos aclarar que cuando hablamos de imágenes no nos
referimos exclusivamente a las visuales, sino que todos los sentidos tienen su
correspondiente representación interna. Así, podemos hablar de imágenes
visuales, auditivas, olfativas, gustativas y táctiles, y también de imágenes
cenestésticas y kinestésicas. Esto es fácil de comprobar si imaginamos un
dolor; en este caso, no estaremos viendo
ese dolor, sino que construiremos una imagen cenestésica cuya fuerza puede ser
tal que podemos llegar a sentir ese
dolor. En el caso de un sujeto hipocondríaco, cuando imagina una determinada
dolencia, podremos comprobar que llega a sentirla físicamente, aunque no sea
más que una representación cenestésica.
A su vez, esas imágenes se dan en un determinado lugar, en
un espacio. A este lugar lo llamamos "espacio de representación"[6],
y por medio de la experiencia podemos comprobar que se trata de un espacio
tridimensional. Es la ubicación de las imágenes en ese espacio lo que determina
su eficacia a la hora de lanzar actos al mundo.
La comprensión conjunta del sistema de traducción de los
impulsos, del funcionamiento del psiquismo y del emplazamiento de las imágenes,
permite entender la dinámica general del psiquismo humano en relación al propio
organismo y al medio externo físico y social. En última instancia, de esto
depende la acción en el mundo.
La Psicología del
Comportamiento y su visión de la conducta fundada en las distintas actividades
en que se puede descomponer analíticamente la respuesta, aporta los elementos
para elaborar una nueva tipología.
La PNH estudia al comportamiento como un caso particular del
psiquismo. Es la parte de un todo y no el todo en sí, aunque una parte muy
importante. Se manifiesta en las respuestas que realizan los centros
(vegetativo/sexual, motriz, emotivo e intelectual) para producir el ajuste del
medio interno del cuerpo con el medio externo o ambiental.
La base del comportamiento está relacionada con: 1) las
cualidades innatas propias de la estructura biológica individual (biotipo); 2)
las cualidades adquiridas y codificadas por las experiencias de acierto y
error, con sus registros de placer o displacer (biografía personal); 3) la
situación del individuo en el medio; 4) los patrones culturales de la época de
formación del sujeto (paisaje de formación); y 5) los ensueños y el núcleo de
ensueño.
La combinación particular de todos estos factores en cada
caso configura lo que se denomina "personalidad", dejando en claro que una
posible "caracterología" debería atender tanto a lo innato como a lo adquirido.
La personalidad, a su vez, se configura en un sistema de roles, codificados de
acuerdo al aprendizaje por acierto y error, tanto en las respuestas típicas
como atípicas de adaptación, respecto de los consensos convencionales de los
distintos grupos sociales.
Tanto las
respuestas típicas como atípicas, pueden ser oportunas o inoportunas desde el
punto de vista de una adaptación creciente en el cambio histórico y biográfico,
sobre todo en un medio caracterizado por la modificación rápida de las
situaciones sociales y los valores. Así, por ejemplo, en una situación de
crisis extrema, la respuesta típica consensuada por la mayoría puede ser
inoportuna e inadecuada, mientras que la respuesta atípica de un pequeño equipo
innovador puede responder acertadamente al reto de adaptación.
Este punto no es
de escasa importancia respecto de una psicología oficial que mira el cambio
como adecuación a lo establecido, o que concentra la innovación en los aspectos
secundarios de la estructura psicosocial, sin llegar a tocar las creencias
profundas y los esquemas de poder que están operando y manteniendo la normativa
impuesta al conjunto social.
En este
contexto, en la comprensión de la conducta humana evolutiva o involutiva,
progresiva o regresiva, la PNH propone atender especialmente al tema de los
ensueños y el núcleo de ensueño, en tanto respuestas internas compensatorias a
las múltiples exigencias de adaptación de un mundo por demás complejo: natural,
humano, social, cultural, técnico, etc.
Una psicología que quiera ir más allá de la conducta visible, con la
finalidad de producir cambios fundamentales en el psiquismo humano, sin
quedarse solamente en el tratamiento de los síntomas, debería considerar el núcleo de ensueño por el carácter
totalizador de su respuesta al mundo y por su influencia decisiva en la
conducta de los individuos y los pueblos: "El núcleo de ensueño rige las
aspiraciones, ideales, e ilusiones que en cada etapa vital van cambiando. Tras
esos cambios o variaciones en el núcleo, la existencia se orienta en otras
direcciones y se producen concomitantemente cambios en la personalidad. Este
núcleo se desgasta individualmente, como se desgastan los ensueños epocales que
dirigen la actividad de toda una sociedad. Mientras que por una parte el núcleo
da una respuesta general a las exigencias del medio, por otro compensa las
deficiencias y carencias básicas de la personalidad, imprimiendo una
determinada dirección a la conducta".[7]
Igualmente debería considerar los estados superiores de conciencia, como
el éxtasis, arrebato y reconocimiento, a través de los cuales se experimenta
una gran comprensión y felicidad. Especialmente interesante puede ser el estado
de suspensión del yo que "se logra desplazando progresivamente
al yo de su ubicación central de objeto de meditación. […] La conciencia
entonces, está en condiciones de encontrarse […] en una suerte de vacío […];
por esta vía […] detectamos fenómenos que se producen cuando la conciencia es
capaz de internalizarse hacia ‘lo profundo’ del espacio de representación. […]
En esta internalización irrumpe aquello que siempre está escondido, cubierto
por el ‘ruido’ de la conciencia. Es en lo profundo donde se encuentran las
experiencias de los espacios y de los tiempos sagrados. En otras palabras, en
‘lo profundo’ se encuentra la raíz de toda mística y de todo sentimiento
religioso".[8] Es en esta experiencia que se pueden dar cambios
profundos en la dirección y el sentido de la vida.
También son interesantes los fenómenos que en
determinadas condiciones de alteración de conciencia irrumpen iluminando todo
el espacio de representación: "La literatura religiosa universal está plagada
de numerosos relatos acerca de estos fenómenos. También es interesante advertir
que esta luz en ocasiones se ‘comunica’ y hasta ‘dialoga’ con el sujeto. […]
Según se describe en muchos textos, algunas personas que aparentemente murieron
y volvieron a la vida, tuvieron la experiencia de abandonar su cuerpo e ir
orientándose a una luz cada vez más viva […]; a nosotros […] nos interesa el
sistema de registro, el emplazamiento afectivo que padece el sujeto y esa
suerte de gran ‘sentido’ que parece irrumpir sorpresivamente [… y] que parece
de gran importancia, ya que tiene aptitud para cambiar súbitamente el sentido
de la vida humana".[9]
Como ya dijimos, esta psicología no está orientada a la
resolución de ciertas patologías por medio de una terapia, sino que su campo de
acción abarca a todos los individuos, en tanto seres humanos en proceso de
desarrollo. Aunque no niega el valor orientador de la teoría, considera que
todo proceso de verdadero crecimiento interno involucra la comprensión del
sujeto acerca de sí mismo y de su situación en el mundo. Pero esta comprensión
no sólo es teórica; es también una experiencia vivida. Involucra percepciones
de la situación actual, representaciones del pasado y el futuro con respecto a
ella, conductas de respuesta, registro interno de todo este proceso e inicio de
un nuevo circuito de estimulaciones y respuestas intermediadas por la
conciencia. Y todo esto, no sólo en la situación terapéutica, sino en la vida
cotidiana y en la dirección general que la persona imprima a su destino a
través de actos concretos de adaptación creciente respecto de situaciones en un
mundo hasta hoy signado por la violencia.
Esta
concepción explica también por qué en
la PNH se relaciona lo que se ha denominado enfermedad mental, no sólo con las
deficiencias congénitas y/o adquiridas del organismo y la personalidad, sino
con el condicionamiento social alienante u opresor. Por lo mismo, la "cura"
tendrá que ver con el proceso liberador de la violencia, estado psíquico y social que ha acompañado al ser humano
a lo largo de su historia y del cual todavía no se ha podido desprender.
En las distintas formas de violencia (física, psíquica,
económica, racial, sexual, generacional, política, ideológica) un sujeto
intentará limitar o anular la intención del otro, tratándolo como si fuera un
objeto. Desde este punto de vista, la violencia se puede definir como el
intento de apropiarse por medio de la fuerza de la subjetividad del otro, es
decir, de su pensar, querer, sentir y actuar. Esto que se expresa no sólo en
los casos de violencia manifiesta (guerra, vandalismo, delincuencia), sino
cotidianamente, en la casa, la escuela, la calle, el centro laboral, en la
política nacional e internacional, cada vez que se pretende tratar al otro
(individuo, familia o pueblo) como un ente sin derecho a vivir y decidir.
" La violencia ha penetrado en todos los aspectos de
la vida: se manifiesta constante y cotidianamente en la economía (explotación
del hombre por el hombre, coacción del Estado, dependencia material,
discriminación del trabajo de la mujer, trabajo infantil, imposiciones
injustas, etc.); en la política (el dominio de uno o varios partidos, el poder
del jefe, el totalitarismo, la exclusión de los ciudadanos en la toma de
decisiones, la guerra, la revolución, la lucha armada por el poder, etc.); en
la ideología (implantación de criterios oficiales, prohibición del libre
pensamiento, subordinación de los medios de comunicación, manipulación de la
opinión pública, propaganda de conceptos de trasfondo violento y discriminador
que resultan cómodos a la élite gobernante, etc.); en la religión (sometimiento
de los intereses del individuo a los requerimientos clericales, control severo
del pensamiento, prohibición de otras creencias y persecución de herejes); en
la familia (explotación de la mujer, dictado sobre los hijos, etc.); en la
enseñanza (autoritarismos de maestros, castigos corporales, prohibición de
programas libres de enseñanza, etc.); en el ejército (voluntarismo de jefes,
obediencia irreflexiva de soldados, castigos, etc.); en la cultura (censuras,
exclusión de corrientes innovadoras, prohibición de editar obras, dictados de
la burocracia, etc.)."[10]
La violencia se concibe así como un
condicionamiento histórico y mental, resultado de la contradicción social y la
incoherencia personal, que genera y realimenta las patologías reconocidas en la
nosología psiquiátrica. En el origen de estos estados, o en su agravamiento, se
constata la presencia de un ambiente social violento frente al cual la
conciencia del "enfermo", antes de "enfermar", ha fracasado primero en sus
actos de liberación.
Por lo anterior, para la PNH, la curación tiene el carácter
de una lucha lúdica por la autoconciencia y coherencia crecientes. La curación
es el yo contribuyendo atentamente en la coordinación de la estructura
conciencia-mundo que se encuentra en equilibrio inestable[11],
expuesta a los actos de integración o desintegración psíquica y somática. Este
grado atencional y de autoobservación va más allá de la vigilia ordinaria y
anuncia un nuevo nivel de conciencia: la conciencia de sí.
Especial importancia se concederá a las "cargas" excesivas o
insuficientes de los contenidos psíquicos. Esta concepción explica que la
"enfermedad mental" es un estado de conciencia superable, que tiene que ver
sobre todo con el efecto integrador del acto humano desde el punto de vista energético-transferencial.
Según
este punto de vista, los actos catárticos descargan tensiones, mientras que los
transferenciales trasladan cargas internas, integran contenidos y amplían las
posibilidades de desarrollo de la energía psíquica. Ambos se pueden dar tanto
internamente, en el trabajo con las imágenes, como externamente en la acción o
la conducta en el mundo. Habrá acciones que permitan integrar contenidos
internos y habrá acciones tremendamente desintegradoras.
A partir del cuerpo teórico construido sobre la experiencia
concreta, la PNH aporta una Operativa que provee un conjunto de prácticas
catárticas y transferenciales que permiten descargar y redistribuir las cargas
de los estados sufrientes en el flujo incesante de la corriente de conciencia,
disolviendo las fijaciones y bloqueos que impiden la multiplicación incesante
de la vida que pasa a través nuestro.
La PNH, enmarcada dentro de la doctrina del Nuevo Humanismo,
apunta al desarrollo de la autonomía del sujeto. Eso incluye la no-dependencia
de lo teórico. Es a partir de cierta mínima autonomía del individuo –la
existencia de una intención de hacer- que puede funcionar la Operativa (como
conjunto de técnicas para resolver conflictos internos).
En la psicología clásica actual se habla tanto de
"enfermedad mental" como de "trastornos psicológicos", aunque se prefiere el
segundo término. En los textos de la PNH no se utilizan estos conceptos, sino
que se asume que puede haber un mejor o peor funcionamiento del psiquismo
humano desde el punto de vista de la
superación del sufrimiento mental, y que ello es aplicable a todos los
seres humanos, en todo momento de su biografía y desarrollo.
Aunque se reconocen casos patológicos, como en algunos
estados alterados de conciencia, en los que la reversibilidad disminuye
fuertemente, la adaptación no es creciente, y la desintegración psíquica genera
un sufrimiento mayor, no se enfatiza la oposición normal/anormal, la que da a
entender que hay muchos individuos sanos y bien adaptados y unas excepciones
que se apartan de la norma y están enfermas.
El riesgo de discriminación en este modelo es muy alto,
porque el comportamiento sano o enfermo se define de acuerdo a un patrón
cultural de ser humano y sociedad. Así, una cultura que exige obediencia y
productividad puede calificar despreciativamente de dementes a los rebeldes, de
soñadores a los poetas o de ociosos a los miembros de un conjunto que sólo
trabajan lo necesario para vivir. La asociación de lo normal con la salud y lo
anormal con la enfermedad es discriminatoria e incompatible con el espíritu de
transformación libertaria, profunda y no-violenta propio de la PNH.
Es más, puede que la correlación inversa tenga mayor grado
de verdad: porque son las minorías marginadas, los hombres excepcionales, los
que una vez fueron considerados "raros", "anormales" o "peligrosos", los que se
adelantaron a su tiempo y estuvieron a favor de la evolución de las cosas. Aun
en el propio desarrollo científico ocurre que hipótesis que en su tiempo fueron
desaprobadas por el consenso del poder académico instituido, posteriormente se
tornaron revolucionarias.
La PNH no hace apología de los casos patológicos, pero
advierte que estos deben ser debidamente constatados e identificados. También
advierte que no todos los estados alterados son negativos, sino que algunos
pueden tener significación positiva para el proceso de desarrollo e integración
de la conciencia. A continuación presentamos algunos de estos estados:
Positivos:
experiencia de luz, éxtasis, arrebato, reconocimiento, experiencia del sí mismo
y lo profundo; generales:
sugestionabilidad cotidiana (publicidad mediática); específicos: trance hipnótico, depresiones, comportamientos
violentos, estados de conciencia en fuga; patológicos:
disociación de funciones de la conciencia, escisiones de la personalidad,
estados crepusculares desintegradores de la conciencia.
Por su parte, el proceso de curación se puede alegorizar
como la marcha del ser humano hacia su ser más profundo y querido. Un destino
pleno de verdad, fuerza, bondad, paz y felicidad. Aunque estos ideales no se
logren totalmente, no se puede negar su valor de orientación y motivación en el
vencimiento de resistencias y hábitos regresivos. Son aspiraciones que permiten
contrastar las "realidades" conflictivas y sufrientes, con aquellas otras
provenientes de lo profundo del sí mismo, ahí donde la conversión del sentido
global de la vida se abre como posibilidad.
Más que de enfermedades o trastornos, la PNH habla de
conflictos internos en los que se pueden detectar: 1) errores de los sentidos,
la percepción y la representación (ilusiones); 2) errores de la memoria (falso
reconocimiento, recuerdos equívocos, amnesia, hiperamnesia); 3) errores de la
conciencia y el yo en su función coordinadora (alucinación, desintegración
eidética, olvidos y bloqueos, atención tensa); 4) contradicciones y respuestas
incorrectas en el trabajo de los centros (incoherencia entre el pensar, el
sentir y el actuar, desbordes del centro emotivo, confusión en el centro intelectual,
descoordinaciones del centro motriz, desregulaciones y disfunciones del centro
vegetativo-sexual); 5) alteraciones recíprocas de los niveles de conciencia
(sueño, semisueño, vigilia) que se manifiestan como ruido en el funcionamiento
del psiquismo (inercia del nivel anterior, climas y tensiones inoportunos,
rebotes, arrastre de imágenes y climas fijados, tonos insuficientes o
excesivos).
La PNH llama la atención sobre el sufrimiento psicológico
producido por el fracaso de los ensueños como sistema de respuestas
compensatorias a las exigencias del mundo y a las carencias básicas de
personalidad. El núcleo de ensueño puede regresionar (el psiquismo vuelve a
etapas vitales anteriores) o quedarse fijado, desvinculando progresivamente al
individuo de su medio. El núcleo de ensueño lanza al ser humano en persecución
de espejismos que al no cumplirse producen estados dolorosos (desilusiones) que
sin embargo, paradójicamente, en su registro de fracaso crean condiciones
favorables para el surgimiento de nuevas direcciones de vida. El desgaste del
núcleo de ensueño en el psiquismo individual semeja al desgaste de los ensueños
epocales que dirigen la actividad de toda una sociedad.
La PNH advierte acerca de la adaptación decreciente a partir
de roles mal configurados, sobre la base de respuestas típicas o atípicas
inoportunas al no coincidir o adecuarse a la exigencia propia de la situación.
Opuestamente, atiende a los cambios no circunstanciales (mero reemplazo de
roles, ideología, ensueños) sino significativos; si son tales será porque
modifican la estructura conciencia-mundo en dirección evolutiva, unitiva,
integradora, no-violenta y no-sufriente, ni para uno mismo ni para los demás.
Para terminar, en forma general, la enfermedad en esta
visión puede ser interpretada como la caída ilusoria y dolorosa de la
conciencia en la pasividad, ante la impotencia de transformar las distintas
situaciones de estrés que propone el sistema social y el mundo de la vida
cotidiana.
Victor Frankl[12]
ha sostenido la tesis de que, en la esquizofrenia, la conciencia del enfermo ha
perdido su cualidad esencialmente activa, deviniendo en mero objeto de fuerzas
externas que lo controlan y manejan. Lo mismo podría aplicarse a la paranoia
(intencionalidad persecutoria de otros) y la depresión (subestimación del
propio esfuerzo, resignación, renuncia a la acción en el mundo externo).
El carácter más o menos grave de la perturbación mental
tiene que ver justamente con el grado de reversibilidad de la conciencia humana
para aprehenderse y modelarse a sí misma y con su carácter activo en la
selección, control y cambio positivo de la situación en el mundo y de los
estados internos de la trayectoria vital.
La PNH afirma que lo patológico no es exclusivamente
individual sino también social. Reconoce la gran importancia de considerar los
tres tiempos de conciencia para el logro de la unidad interna y la relación
adecuada con el mundo. Para el pasado propone la integración de contenidos y la
reconciliación con uno mismo, para el futuro la apertura de nuevos proyectos y
posibilidades de sentido, y para el presente la coherencia entre el pensar, el
sentir y el hacer en el mundo.
Al asomarnos desde la PNH a las psicologías clásicas las
encontramos en un interesante proceso de humanización, enriquecido por los
aportes de las corrientes existencialistas, fenomenológicas, sistémicas y
cognitivas, las que aún no terminan de amalgamarse en un todo conceptual
coherente y fundamentante.
Sin embargo, diera la impresión que siguen estando mucho más
concentradas en el individuo, en la pareja, o en el pequeño trabajo grupal
humanitario, antes que en un esfuerzo solidario y genuino de liberación social.
Se dirá que este no es el tema de la psicoterapia, pero al haber teóricamente
admitido la influencia social en la enfermedad mental resulta contradictorio no
acometer la psicoterapia en los mismos términos.
Para la PNH, la psicología y la psicoterapia no se deben
limitar tan sólo a una mejora de las condiciones personales, manteniendo las
condiciones sociales existentes, sino que se deben orientar hacia lograr una
transformación sustantiva de las mismas. Colocar como imagen trazadora de la
psicología y la psicoterapia esta meta, produce un perfil de psicólogo muy
diferente al que nos tiene acostumbrado la psicología clásica. La PNH se quiere
ver a sí misma como una contribución interesante en este intento.
Ahora bien, hay que advertir que la PNH es provisoria:
enmarcada en un proceso evolutivo del ser humano, la validez de sus conceptos
está inescindiblemente atada a la experiencia. Esto es: en primer lugar, sus
conceptos sólo adquieren sentido y se mantienen en función de la experiencia.
Si cambia la experiencia, pierden sentido (vigencia) o se modifican. Y esto
vale tanto para el individuo como para la humanidad: si eleva su nivel de
conciencia, casi todo el aparato teórico actual pierde vigencia (si no la
pierde la misma teorización). Dicho de manera simple, esta psicología es para
este ser humano actual; si distinto fuera el ser humano, distinta sería la
psicología; si el ser humano cambia, deberá cambiar también la psicología.
Y por estar fundada en la experiencia, la PNH no sólo es
provisoria sino prescindible. Las evidencias empíricas excluyen la necesidad de
lo teórico.
Con lo dicho hasta aquí, se podría sintetizar el concepto de
la PNH como la que comprende la
conciencia humana como intencionalidad dirigida a la superación del sufrimiento,
entendido como las trabas actuales al desarrollo posible de la experiencia
humana. La PNH ve al ser humano como un ser capaz de transformar al medio y a
sí mismo mediante su intención, en su lucha constante para superar el dolor y
el sufrimiento. Para que esto se cumpla, es necesario encontrar un Sentido a la
Vida. Pero resulta que, existencialmente, nos está dado un tope a la dirección
de nuestra vida: la muerte se alza como valla irremediable a nuestro afán de
sentido. La Psicología Trascendental
aporta una nueva visión sobre las condiciones que ha de desarrollar la
experiencia en la construcción de ese nuevo sentido, que permita alumbrar el
paisaje más allá de las limitaciones dadas por nuestro desarrollo actual.
No será suficiente con una búsqueda interna de sentido, sino
que además será necesario producir una acción coherente en el mundo, haciendo
coincidir lo que se siente con lo que se piensa y se hace, y tratar a los demás
del mismo modo en que queremos ser tratados.
Gracias a esa intención, aún débil y vacilante, el ser
humano podrá evolucionar en el desarrollo del espíritu, que por inexistente en
cuanto tal –en proceso- permanece ajeno al objeto de esta psicología. Es más,
en tanto espíritu muy probablemente no pueda ser objeto por ser sujeto pleno.
Por lo que ni la misma Psicología Trascendental podría hacerse cargo de su
estudio ya que, presumiblemente, la experiencia alcanza un grado tal de
desarrollo –otro nivel de conciencia- que no requiere o no habilita el juego
teórico. Y, a su vez, todo conocimiento de ese nivel sería inadecuado como dato
para niveles inferiores de conciencia, porque la misma PNH está destinada al abandono
por vía de su superación, del modo en que, terminado un edificio, se desmonta
el andamiaje que sirvió a su construcción.
Esa mínima intención de hacer se corresponde a la primera
cuestión que uno debe resolver si se decide a ser humano: si realmente quiere
vivir, esto es, si va a sumarse a la corriente de la vida para avanzar en una
dirección creciente, porque la Vida pide siempre más Vida.
Una versión preliminar de este escrito se leyó en la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona, en mayo de 2006.
Este texto está basado en dos escritos:
- "Acerca de la Psicología del Nuevo Humanismo", de Néstor Tato (Argentina, 2005) y
- "Mas allá de la psicoterapia: la Psicología del Nuevo Humanismo", de Javier Zorrilla Eguren (Phobos, Perú, 2007).
Una versión preliminar de este escrito se leyó en la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona, en mayo de 2006.
Bibliografía
- Ammann, Luis A.: "Autoliberación". Argentina, Planeta, 1991.
- Ergas, Dario: "El sentido del sinsentido". Chile, Virtual Ediciones, 1998.
- Silo: "Apuntes de Psicología" (1974-2006). Argentina, Ulrica Ediciones, 2006.
- Silo: "Contribuciones al pensamiento". Argentina, Editorial Planeta, 1990.
- Silo: "Experiencias Guiadas". España, Plaza y Janés, 1989.
Notas
- Silo, "La curación del sufrimiento" (1969) en "Habla Silo", incluido en "Obras Completas, vol. I", España, Ediciones Humanistas.
- La teoría esta expuesta en Silo, "Apuntes de psicología", incluido en "Obras completas, vol. II", México, Plaza y Valdés (2002). Algunas aplicaciones se encuentran en: Silo, "Experiencias guiadas", España, Plaza y Janés (1989); así como en Ammann, L.A., "Autoliberación", Argentina, Planeta (1991); y en Ergas D., "Sentido del sinsentido", Chile, Virtual Ediciones (1998). El fundamento filosófico está expuesto en: Silo, "Contribuciones al pensamiento", Argentina, Editorial Planeta (1990).
- Silo, "El Paisaje Humano" (2.5: "Lo humano y la mirada externa") en "Humanizar la Tierra", incluido en "Obras completas, vol. I".
- "Apuntes…", pp. 34 y 35.
- Ver el esquema del psiquismo, en "Autoliberación", pp. 119.
- Ver Silo, "Psicología de la imagen", en "Contribuciones al pensamiento", incluido en "Obras Completas, vol. I".
- "Apuntes…", pp. 64 y 65.
- "Apuntes…", pp. 306 y 307.
- "Apuntes…", pp. 302 y 303.
- Silo, vocablo "violencia" en "Diccionario del Nuevo Humanismo", incluido en "Obras Completas, vol. II".
- "Apuntes…", pp. 24.
- Frankl, V. "Psicoanálisis y existencialismo", México, Fondo de Cultura Económica (2001), p. 299.
No hay comentarios:
Publicar un comentario