miércoles, 2 de marzo de 2011

La lección de Egipto

¿Qué podemos aprender de lo ocurrido en Egipto en las últimas semanas?
  1. Se puede derrocar a un gobierno dictatorial mediante la movilización noviolenta de la población. Esto ya lo habíamos visto en otras ocasiones, con gobiernos elegidos por el pueblo o no (Ceaucescu en Rumanía a fines de los 80, De la Rúa en Argentina en 2001, India en 1947, etc.); en este caso se trata de un país de gran importancia geohistórica, estratégico en Medio Oriente, de cuyo régimen los medios de comunicación no decían nada hasta que estalló la revuelta. No ha sido la “presión internacional” sino los pueblos quienes produjeron los cambios. Además, ningún grupo organizado se puede adjudicar el mérito de encender la chispa; han sido “revoluciones” espontáneas donde no ha importado la filiación de los manifestantes.
  2. Estados Unidos apoya a los gobiernos “amigos” sin importarle si son dictaduras, y ni siquiera su ideología (caso de China), siempre y cuando convenga a sus intereses. Pero cuando ese apoyo entraña más problemas que beneficios, suelta inmediatamente. Baste recordar el ejemplo de Hussein en Irak o de Noriega en Panamá, otrora grandes amigos del Tío Sam luego caídos en desgracia. “No es nada personal, sólo son negocios” diría cualquier mafioso.
  3. Las dictaduras no se pueden perpetuar. Se puede engañar a algunos siempre, o a todos durante un tiempo, pero no se puede engañar a todos siempre. En el caso de España, a la muerte del dictador le sucedió una monarquía constitucional parlamentaria, una suerte de democracia “light”, pero en cualquier caso mejorando lo anterior. En Haití el relevo duró una generación y media, en otros casos mucho menos y sus dictadores acabaron condenados a muerte, exiliados, juzgados o simplemente en el oprobio (Rumanía, Uganda, Chile, Alemania Oriental, Argentina y un tristemente largo etcétera).
  4. Estados Unidos (y en menor medida la Unión Europea) aprovecha cualquier ocasión para llevar agua a su molino. Así, ahora pide una revolución popular en Irán, pero no dice nada de Arabia Saudí, ni el gobierno español dice nada de Guinea Ecuatorial, ni nadie dice nada del coloso chino con quien todos hacen negocios y a quien todos temen.
  5. Esto recién empieza. Egipto ha seguido a Túnez y está siendo secundado en otros países de la región (Libia, Argelia, Yemen, Bahrein...), pero quien crea que esto es un “problema árabe” se equivoca mucho. Son las personas que están exigiendo libertad, justicia y una prosperidad que está al alcance de todos, si hubiera alguna voluntad de parte de quienes detentan el poder mundial.
  6. Lo más importante: así como se hizo en Egipto se podría hacer en países europeos para protestar contra las actuales reformas, que recortan en pocos meses derechos ganados durante décadas; ni siquiera haría falta derrocar a los gobiernos, sería suficiente con que estos acataran el mandato popular (que para eso son “democráticos”). En cuanto los pueblos, y en especial los jóvenes, se den cuenta de la fuerza que tienen, ese otro mundo que es posible será realidad.

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